Así se vivió el viernes santo en León

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Anita tiene apenas cinco años, este en el primer año que asiste al viacrucis, ella observa al que su madre señaló como Jesús, no puede entender porque lo maltratan.

La niña comienza a llorar, porque en él se asoma un parecido a la imagen a la que ella siempre reza, luego refiere a su madre “es Jesús, mamá”, pregunta, su madre le confirma.

La pequeña comienza a gritarles a los judios, “dejen a Jesús él es bueno”. Esto llamó la atención de los que la escucharon y ocasionó que una mujer de avanzada edad derramara unas lágrimas.

Después de un tiempo la niña cada vez está más intranquila, y grita con más desesperación.

Su madre la abraza y como puede le explica, la pequeña poco entiende, y comienza a llorar.

La mayoría va rezando, piden por la paz del mundo, por la violencia, algunos más ponen mayor atención a la representación.

El calor es intenso, por lo que comienzan a aparecer decenas de sombrillas.

Las personas mayores aun con lo complicado de subir o caminar por estas calles, hacen su mejor esfuerzo y ofrecen el cansancio como un pequeño sacrificio a lo que pudo padecer Jesucristo.

David representa por segunda ocasión a Jesús, todos lo identifican como un buen hombre, de oficio comerciante, y quien ha dado su mayor esfuerzo en dicha representación.

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A la mitad del camino David va agotado, su delgado cuerpo y posiblemente el ayuno, comienza a traerle estragos. Cae tres veces y se levanta con dificultad.

El calor es agotador y el peso de la cruz comienza a dificultarle cargarla.

Finalmente ve la estructura del templo con lo que sabe concluirá su caminar rumbo a El Calvario, ahí lo esperan más personas que no pudieron seguir el viacrucis.

Al nazareno le es despojadas sus vestiduras y es clavado en la cruz, a sus costados dos ladrones, al pie de la cruz su madre María y San Juan, así como las mujeres que un día lo vieron hacer milagros, los fieles ahí presentes imaginan en cómo pudo haber sido ese calvario.

David pronuncia las frases que dijo Jesús antes de morir, y posteriormente inclina la cabeza.

Los fieles comienzan a orar, hacen sus peticiones, otros piden perdón, y en su gran mayoría reciben este momento como un espacio que da a la reflexión.

Los organizadores invitan a los católicos para que se tomen de las manos y puedan orar juntos por la paz del mundo.

 


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