Reflexiones
Por: Federico Velio Ortega
En el caso de una consulta de revocación de mandato seria, responsable y confiable, mi voto sería en contra de que el presidente Andrés Manuel López Obrador deje su cargo. Expongo razones:
1.- El respeto a la voluntad de quienes votaron por él. Ser demócrata implica el reconocimiento y consideración a quien opina diferente. Aclaro que en 2018 anulé mi voto por candidatos a la presidencia de la república, pues ninguno de los cuatro satisfizo mis expectativas. Respeto a quienes creen en la figura de AMLO, hayan votado o no por él.
2.- Apuesto más al fortalecimiento de las instancias democráticas y a la construcción de un sistema político en donde el debate de altura, el diálogo, el respeto a las voces disidentes y la posibilidad de construcción de acuerdos que a echar del cargo al presidente. Esto constituye la exigencia de garantía de los derechos de opositores y críticos del presidente, de escuchar y no reprimir ni insultar a los que no votamos por él y mantenemos una voz opositora, y a los que, desilusionados de su gobierno, ahora se le oponen.
3.- La Revocación de Mandato, en consecuencia, debe ser una decisión excepcional, un último recurso ciudadano. Y considero que debe cuestionar la ingobernabilidad más que la forma de gobernar. A pesar de los desplantes de López Obrador, de sus tufos autoritarios y de la soberbia, petulancia, triunfalismo y carencia de autocrítica de la mayoría sus seguidores, no existe ingobernabilidad (aunque riesgo se corre).
4.- Mi voto sería por López Obrador, pero no porque considerara que hace un gran gobierno, sino porque la oposición no ofrece alternativas viables y sigue sumida en sus viejos vicios; por otra parte, Morena ni partido es y se pierde entre la veneración al personaje que les permitió llegar al poder y sus militantes y dirigentes siguen sumidos en los viejos vicios de los viejos partidos, pues de ellos salieron. ¿Valdría la pena suplir a un Presidente, legitimado por millones de ciudadanos, por un politicastro perteneciente a una vieja casta repudiada por millones de ciudadanos o por un integrante de un movimiento que en siete años no se ha podido constituir como partido? Mi voto sería por el mal menor.
Mi postura es completamente a favor de una consulta de revocación de mandato, a la que califico como una herramienta fundamental para el fortalecimiento de una democracia y como garante de respeto a la soberanía popular.
¿Por qué no participé en la consulta de este 10 de abril?:
1.- La Ley de Revocación de Mandato se emitió fuera de plazo constitucional. Debió haberse aprobado a más tardar en junio de 2020 y no en septiembre de 2021. Considero que este destiempo obedeció a un uso estratégico del recurso (estaban en su apogeo la crisis de la pandemia, la violencia delictiva y el desempleo) y no a una intención de construir democracia. LA REVOCACIÓN DE MANDATO DEBE SER SOLICITADA POR LOS CIUDADANOS INCONFORMES, NO POR SUS SEGUIDORES. Lo primero construye democracia, lo segundo es una apariencia de construcción de democracia, pero en el fondo es un ejercicio de ratificación y de demostración de poder político.
2.- La solicitud de Revocación de Mandato no fue hecha por inconformes hacia el gobierno de López Obrador (se les andaban volando las carpas en el Zócalo y en sus marchas juntaban menos gente que las arremolinadas en torno a un perro atropellado), sino por la Asociación civil ‘Que siga la democracia’, con personajes seguidores del presidente y de actores políticos ligados al presidente. En la recaudación de firmas participaron los Siervos de la Nación. Se les anularon 17 mil 700 firmas de muertos y el 25 por ciento de las firmas entregadas eran falsas. Casi imagino la respuesta de que callé cuando las firmas falsas de Josefina Vázquez Mota y las del Bronco. Esos días me estaba rascando los hue…sos, les aclaro.
3.- El recorte presupuestal al INE y el intento de la Secretaría de Hacienda de ajustar y modificar el presupuesto del organismo. Por un lado, en nombre de la austeridad, se le restringieron alcances (no se instalaron las casillas en número y lugares como lo señala la constitución) y fue un intento de violación de su autonomía.
4.- El constante hostigamiento a los consejeros del INE, desde la Mañanera y en medios de comunicación por parte tanto del presidente López Obrador como por gobernantes y dirigentes de Morena. Incluso, una amenaza de cárcel hecha por el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna. Fue un juego perverso de descalificación al árbitro.
5.- La ilegal y descarada campaña a favor no de la consulta, sino de la continuidad del presidente en su cargo, por parte del mismo López Obrador, dirigentes de partido, legisladores, funcionarios y gobernantes. En vez de respetar la ley, intentaron cambiarla a su favormediante un “decreto interpretativo” de la propaganda gubernamental. A lo anterior se agrega la opacidad en el uso de recursos en las campañas propagandísticas a favor de la continuidad del presidente en su cargo. Bardas y espectaculares por doquier, con los colores de Morena, pero sin en logo de Morena. Tuvieron la soberbia, la prepotencia y el cinismo de no acatar las sentencias definitivas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Y peor aún: se prodigaron en ataques mediáticos contra esa instancia.
Respeto a quienes participaron en la consulta. A los que los guía su fe ciega en un personaje y a los que de buena fe consideran que esta consulta sentó precedente de participación ciudadana, democracia participativa y refrendo de la soberanía popular.
En lo personal, tengo mis reservas y no comparto la falta de autocrítica de los primeros ni el optimismo de los segundos. En lo antes expuesto están mis razones, a las que agrego dos elementos: el burdo acarreo (“movilización”, pues, para que no se enojen) y, a la par del ridículo festejo de la consulta, en la que participó menos de la cuarta parte del padrón y en su mayoría afines al presidente, el inicio de la campaña contra el INE, a quien responsabilizan por los resultados pírricos del proceso.
Lo más que puedo concederles es que este ejercicio sienta precedente histórico. Sin embargo, no veo como garante de que se quede como herramienta para la democracia: ¿aceptaría la revocación de mandato un presidente (o presidenta) que no tenga la popularidad y aceptación de López Obrador? Así como esta vez usaron el poder del Estado para promoverla, lo podrían usar para aplastarla… y sería una acción que podría tomar cualquier partido en el poder, pues la cultura autoritaria y la carencia de autocrítica es esencia de la clase política mexicana sin distinción de colores e ideología.