Despiden al juez leonés asesinado

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JUEZ (11)

El patio de la casa de la familia Bermúdez Zacarías, se volvió un jardín, todos los arreglos en color blanco fueron las muestras de cariño para el juez leonés que este martes fue una víctima más de la delincuencia.

El féretro de Vicente Antonio es acompañado por una fotografía del destacado y ejemplar miembro de la familia. Nadie habla, unos secan los ojos ya sin lágrimas, fue una larga noche, pero ahora se vuelve corta al saber que serán los últimos momentos que compartirán con el amigo, con el hermano, con el esposo, con el hijo, con el padre.

El mariachi toca melodías que gustaban al joven juez, que nunca olvidó cuales eran sus raíces.

La comunidad de Santa Rosa Plan de Ayala, su calles, sus habitantes guardarán sus recuerdos de la infancia, sus travesuras, sus aventuras y sus amores.

Su féretro es descubierto por su abuelo, quien lo ve con sorpresa, sólo él sabe que recuerdos llegan a su mente, verlo tan joven (…) y él tendrá que despedirlo cuando suponía sería al revés.

Don Antonio Zacarías está enfermo, va y viene en su andadera, no sabe por momentos que pasa en su casa, luego ve la fotografía de su nieto, su orgullo y lleva sumas manos a la cara.

En la puerta de una de las habitaciones se encuentra una joven mujer, se le ve serena, tres niñas van y vienen con el gesto de la inocencia, sin saber lo que significa ese momento, que no verán más a su padre. Las menores se acercan a su madre Marisol, quien atiende todos los pendientes del sepelio, se le ve entera sin embargo es ella quien lo extrañará más, por ser su gran amor.

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“Era un ser humano excelente, alegre, siempre feliz. Él me cantaba siempre, acabamos de cumplir 12 años de casados el pasado 25 de septiembre, fui feliz a su lado”, manifestó la joven esposa.

Marisol ve todo el panorama y escucha las dos últimas canciones que le recuerdan que el momento de despedir a su esposo está por llegar.

El mariachi canta “vamos donde nade nos juzgue que hacemos mal”, quizá letras que cantó Vicente varias veces a su esposa Marisol. Los músicos se despiden con “cariño mio”, y poco a poco se apaga “encontrarnos tu y yo, es un juego fantástico, el amor es más que amor, como un sueño mágico, cariño mio”.

Todos se preparan para partir al cementerio, y es el momento que hermanas, padres y familiares se abrazan en un gesto de acompañamiento de la misma pena. Lloran todos y las niñas sólo ven.

La elegante carroza con Vicente, será la última vez que lo verán. La casa de su infancia guardará sus risas, sus tristezas y se irán con él, en ese viaje eterno.

En las calles los habitantes salen para ver o algunos para despedir a amigo, conocido, al vecino, de aquel que no sabían que era destacado, tan conocido y que era de su comunidad.

Un convoy le hace guardia a la carroza que es seguida por decenas de carros con rumbo al cementerio.

Una avenida que hace meses circuló Vicente y su familia, sin pensar que sería la última vez que lo haría en vida, ahora la recorre acompañado por todos los que lo querían.


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