CONCIERTO EN HONOR AL DIVO DE JUÁREZ VIBRÓ EN ZÓCALO

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Ciudad de México (8 noviembre 2025).- La evocación de las canciones del Divo de Juárez, mediante la transmisión en el Zócalo del concierto que dio en 1990 en el Palacio de Bellas Artes, condimentado con escena inéditas del serial documental de Netflix, Juan Gabriel: debo, puedo y quiero, rellenó por completo la principal plaza del país, para rendirse, por enésima vez al cantante con sus hermosas e imperecederas coplas guapas, tatuadas en el borde de la corteza cerebral… en lo profundo del corazón… y a la orden en la punta de la lengua a la menor provocación.

El colapso del tránsito en el Centro Histórico desde las 16 horas preludió una velada jubilosa… la noche sagrada queer en El Ombligo de La Luna que comenzó con parte de la serie dirigida por María José Cuevas, de los archivos personales del oriundo de Parácuaro, Michoacán.

La gritería en plancha del Zócalo de la proyección de “el primer cantante popular que violó la catedral de la cultura en México y que vendió en ocho horas el boletaje para los cuatro conciertos”, comenzó a todo lo alto al comenzar a proyectarse las imágenes del concierto de Juanga el asfalto del Zócalo retumbó. Todos guardaron silencio con las primeras estrofas de Yo no nací para amar, como queriendo atesorar ese momento para ellos y explotar en el estribillo de la canción: ¡¡¡yooo noooo naaciií paaaraaa aaamaaar!!! A partir de ese momento el coro de Zócalo repleto y la gozadera fue un continuum, una comunión, una homilía musical o “la necesidad de sentirnos como pueblo”, como lo llamó Monsiváis.


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