LA OTRA GUERRILLA

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Por: Federico Velio Ortega

México vive una guerra de guerrillas, pero no es contra un movimiento revolucionario, es contra el Frankenstein del capitalismo mexicano: una mafia narcotraficante creada en alianza con el poder político e inmersa en el poder económico.
Los narcos no tienen el poder militar para enfrentar y mucho menos derrotar al ejército, pero tienen armas terribles: mucho dinero, organización y una base social.

La guerra iniciada por Felipe Calderón, continuada por Enrique Peña Nieto y retomada por Andrés Manuel López Obrador será sólo un permanente baño de sangre si no se atacan las raíces del problema.

Por cada sicario, tirador o jefe preso o muerte, hay decenas en espera de ocupar su lugar. El tema no es tan simple como artillar helicópteros y rociarlos de plomo.
Para el Estado Mexicano y sus gobiernos (desde el federal hasta los municipales), el «ataque a las raíces» son las «becas» y los programas electoralmente clientelares.
En los pueblos y rancherías y colonias populares reciben la «ayuda» del Bienestar, la despensa del gobierno municipal y el calentador solar del gobierno estatal, mientras el hijo «trabaja» como «halcón» y el narquete de la comunidad los seduce pagando un grupo musical o dando juguetes a los niños el 30 de abril.
Los narcos estaban en Aguililla, se pasean por Villagrán, compran tortas en Aldama o presumen autos en Plaza Mayor de León o Villas de Irapuato.

Detrás del preventivo «maiceado» está el jefe sobornado, el fiscal comprado, el diputado financiado, el alcalde controlado. La estrategia policiaca en otros países consiste en penetrar a las organizaciones criminales.

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En México, los delincuentes infiltran a gobiernos y policías.

El asunto se complica cuando los abrazos terminaron para el Mencho, pero se mantienen para la matrona de los Guzmán.
Mientras tanto, sigue la otra guerrilla: pobladores desplazados, comerciantes extorsionados, ciudadanos y periodistas asesinados.
Camiones «blindados» vs. autoacorazados militares, drones bombarderos contra helicópteros rtillados, cuernos de chivo vs fusil reglamentario. Delincuentes drogados y envalentonados vs. soldados asalariados. Sicarios y tropa que son pueblo, mientras los «jefes», los empresarios que les lavan dinero y los políticos que protegen a ambos, viven en la opulencia.

Propondría que se distribuyeran 130 millones de «Detente», pero ya vimos que ni para evitar al covid sirvieron.

La guerrilla toma forma y no es por una causa revolucionaria: es por el bienestar de «los jefes», de sus sicarios, de sus vendedores y sus aliados políticos y empresariales.

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